Ser el
otro. Eso es lo que hace un novelista, un cuentista, siempre se meten en
cuerpo ajeno. Pueden crear
mundos para sí mismos o para todos los habitantes de esas dimensiones presentidas, ¡los que sea! y pueden crear habitantes nuevos y tachar o borrar de un manotazo a los antiguos. Todo se vale, todo eso es un buen camino. Crear el
mundo del otro, no solo de personas sino de todos los entes que se te ocurran. ¿Sabes qué
siente la roca cuando permanentemente la gota la horada? ¿Y qué pensarán los ácaros latifundistas que habitan cada milímetro cuadrado de piel, ¿cómo trazarán y registrarán sus parcelas? ¿Qué
comentarán los pájaros durante las travesías migratorias, será que van conversando sobre el próximo nido, de cuántos huevitos empollarán y de las veces
que podrán evitar a los depredadores? Un día vi una pelea de una pareja de gorriones contra un gavilán, los
gorriones le ganaron pillo del gavilán... al menos por ese día. ¿Imaginas
qué piensan los pajaritos cuando se miran en las vidrieras de las casas o en
los espejos de los autos? Los he visto hacer esas cosas, pero no pude
escucharlos, mi oído no se ha desarrollado para traducir sus pensamientos. Sí, de eso hablo cuando menciono los mundos paralelos. Es eso, ver, escuchar,
traducir lo que pasa "allá, al otro lado". Escribe
sobre eso, suéñalo, tráelo a tu mente, degústalo, mastícalo. Métete y olvídate de ti.
Ana Lucía Montoya Rendón
Junio 2013
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