8. Intimidad

El mejor de los hombres es semejante al agua,
La cual beneficia a todas las cosas, sin ser contenida por ninguna,
Fluye por lugares que otros desdeñan,
Donde se acerca más deprisa al Tao.

Así, el sabio:
Donde mora, se acerca más deprisa a la tierra,
En el gobierno, se acerca más deprisa al orden,
Hablando, se acerca más deprisa a la verdad,
Haciendo tratos, se acerca más deprisa a los hombres,
Actuando, se acerca más deprisa a la oportunidad,
En el trabajo, se acerca más deprisa a lo competente,
En sentimientos, se acerca más deprisa al corazón;
No lucha, y así permanece libre de culpa.

Lao Tse

Tao Te Ching

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sábado, 4 de diciembre de 2010

BORRÓN Y CUENTO NUEVO


Hablar y hablar. Proponer, explicarse muchos temas. Aplazar hasta el final de los tiempos. Quizás hasta que esa barba le haya crecido tanto como para tejer todos los trajes que necesitan millones de pobres en el mundo o hasta lograr el  apaciguamiento de los violentos que existen y de los que iban a nacer.


Ya le dije lo que usted quería saber. No tiene por qué empujarme. No. No me maltrate. Escúcheme y, después de oírme, si le place, degüélleme, empáqueme al vacío y envíeme hacia los confines de todos los mundos como carta de derechos humanos o de abusos humanos, como le de la real gana, qué más da, para lo que vale lo que llevo en mi fardo ¿Le ha ocurrido alguna vez un olvido como el mío? ¿No? ¿Seguro que nunca se ha enfrentado a algo como eso? Por la suficiencia que se le asoma por los ribetes de su engreimiento noto en usted... me doy cuenta que ha sido... que es en realidad un ser privilegiado. Le voy a contar qué cosas y qué personas han hecho de mi un ser ecuánime. Sí, e-cu-á-ni-me, ecuáaaa-ni-meee. ¿No entiende lo que es ser ecuánime? Eso también se lo voy a explicar cuando me permita relatarle el porqué de mi olvido. No frunza el entrecejo ni sonría que la cosa va en serio. Ya le dije no me empuje, también le dije que le explicaré el origen de mi ecuanimidad aunque por la expresión que le observo, ese mirarse las uñas, repasarlas, cada una con las de la otra mano, me deja ver que es narcisista, que si no tiene espejo de agua o de cristal se mira a sí mismo en cada parte de usted y no presta atención a nada que no sea usted mismo. ¿Qué? ¿Tampoco sabe lo que es ser narcisista? No pues. Otra que le agrego a la lista de temas que desplegaré cuando deje de empujarme y de joder con esa sobadera de uñas. Si, cada vez que se las limpia, estimula en sí mismo el prurito de una limpieza fóbica. Sí, eso en una enfermedad. ¿Qué? Me dice que es sano en toda la extensión de la palabra? Qué monotemático es usted —si quisiera le diría a este man qué pobre es usted , pero mejor dejemos los santos quietos— porque se le notan muchos males con solo mirarlo de refilón. Sí, de refilón. No me venga con el cuento que tampoco sabe el significado de fóbico. ¿Cómo? Tampoco sabe qué es mirar de refilón? No, así si estamos fritos. Me empuja, me maltrata, me agobia, me castiga, me... Me mamé de su idiotez. Me harté de ese desenfado que tienen todos los que son como usted. ¿Que no sabe de qué le hablo? Usted si es la tapa del congolo. No, no lo sabrá nunca, no podré explicarle cómo hemos llegado a este punto, porque tristemente acaba de morir como idea principal. Es usted un nonato, un feto triste, un cuento abortado. Sí, muer-ti-to, borrado de la página que estaba escribiendo cuando se me ocurrió que seres como usted pululan por la faz de la tierra como verdadera pandemia y que el borrarlo de este papel me genera un sabor dulce, como ilusión de desaparecer de un manotazo a esa plaga de orates.


Ana Lucía Montoya Rendón
diciembre 2010