8. Intimidad

El mejor de los hombres es semejante al agua,
La cual beneficia a todas las cosas, sin ser contenida por ninguna,
Fluye por lugares que otros desdeñan,
Donde se acerca más deprisa al Tao.

Así, el sabio:
Donde mora, se acerca más deprisa a la tierra,
En el gobierno, se acerca más deprisa al orden,
Hablando, se acerca más deprisa a la verdad,
Haciendo tratos, se acerca más deprisa a los hombres,
Actuando, se acerca más deprisa a la oportunidad,
En el trabajo, se acerca más deprisa a lo competente,
En sentimientos, se acerca más deprisa al corazón;
No lucha, y así permanece libre de culpa.

Lao Tse

Tao Te Ching

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viernes, 5 de noviembre de 2010

EMPAREDADA (Cuento)




Eran muchos. Todos vestidos de blanco. Dijeron debía olvidar todo concepto de ensoñaciones, de ideas y planes. Exigieron no elaborar proyectos porque era innecesario esmerarse en crear mundos nuevos, había que dejar correr el agua. Dejarla ir cima abajo. Quedarse viéndola caer sobre el valle como velo de novia. Saberla deslizándose sobre una superficie que aunque rugosa, se dejaba vencer por el ímpetu del alma de los líquidos. Así con el poder del agua se han disuelto las noches y con ellas la necesidad de sentir el sereno. Campo arrasado la capacidad de ser. Sí, ese día sabía que algo de su entorno había cambiado. Las sensaciones de temperatura y de color no aparecieron más. Solo veía desfilar ante sus ojos un proceso acelerado de pérdida. Todo lo que se movía se hizo parte del mobiliario, quedó fijo como una fotografía, solo que estaba en 3D y el tono sepia le hablada de la muerte acercándose en picada sobre ella y sobre sus anhelos. En la habitación estaban el soporte para las bolsas de suero, la silla para el visitante, la mesa de comedor, el tarro para la ropa sucia, las canecas para la basura regular, el pote rojo para la basura de riesgo, la cama enfermera, una mesa de noche, un teléfono, un televisor, el cuarto de baño, las bolsas de los fluidos de la orina expulsada por la uretra y del drene sangroso del riñón derecho. Viendo eso, dio un portazo y se largó, o flotó. Ni supo.
—¿Sabe qué se siente cuando la vida queda congelada entre dos mundos? — preguntó con voz cansada mirando a través de la ventana las pintas de rojos, amarillos, verdes y ocres de los árboles, entreveradas con el concreto de los bloques de edificios que conformaban el sanatorio. Su pregunta era más una reflexión que un comunicado. No quería respuesta alguna, solo hablar, susurrar.


Así, congelada, pedazo de carne entre dos rebanadas de pan; era ella el relleno de un sánduche de realidades y sueños, imagen y alma de la que se miraba en el espejo todos los días para depilarse las cejas. Mundo rígido de tonos tristes y silencios, donde había muerto hacia varias décadas y otro, paralelo, que se movía entre los colores de la vida radiante y la algarabía dentro de sí misma. Hoy, justo hoy, dicen de ella, —la que fue—, por la que se reza un novenario y, sin descanso, toman muchas tisanas y tazas de café. No quiso volver a hablar por un buen rato. Estaba sumergida en una montaña de olvidos. Ese punto de fuga se había vuelto su tabla de salvación y la llevaba a guardar como una joya lo poco que de ella  había quedado. ¿Dónde hallar la convergencia? ¿Dónde coincidir? ¿Dónde encontrar ese punto "cero" que todos saben existe pero que tantos ignoran, ¿dónde está? Esa fusión de mundos la dejaba flotando entre ser y no ser, viviendo entre lo tangible y lo sutil, entre la alegría y la nostalgia, entre el amor y el odio, entre el infierno y el cielo. Hubiese querido quedarse en ese punto muerto, sin tener que ir a una fosa. Quedarse en ese lugar donde no importa la piel ni los sentimientos, mucho menos la abstracción de las ideas, ni ser lógico o iluso. Desde esa apertura de la mente sabía que podía lanzarse al vacío y viajar al infinito de dónde nunca debió venir.

¿Sabe? — preguntó de nuevo — ¿Quiere saber usted cómo he sobrevivido en este emparedado? Pues fíjese, sólo me he enterado que vivía así cuando empecé a sentir que hacían cortes a mi pobre ego. La primera dentellada alcanzó a mutilar mi cabeza y me despertó a una dulce inconsciencia. Así, como entre brumas supe que congelaban mi ser y lo envolvían en un sopor delirante. Allí, en ese punto, se me despertó el ansia de caer, de despeñarme, de corresponder a las tinieblas que me engullían y que vertiginosamente me llevaban hasta un lugar donde todos vivían de igual manera, donde todos éramos hibernantes.

—Señor, mire allí; alguien abrió el refrigerador. Adentro hay una cabeza destrozada como si la persona dueña de ella hubiese muerto por impacto. Se ve que ha sido recogida con cuchara para armarla de nuevo y así saber la identidad del muerto, recogieron esos restos como recogen los de las muñecas de porcelana cuando se rompen. ¿Ve y escucha cómo chorrea todo lo que ha discurrido por la mente de su dueño? —Parezco una excreta, ¡me he vuelto mierda!—, fue el último pensamiento que pasó por esa mente.

Ana Lucía Montoya Rendón
Noviembre 2010


jueves, 4 de noviembre de 2010

FELICIDAD DE LA IGNORANCIA



felices los ignorantes
porque jamás entenderán el olvido...

amputado mi entendimiento
costalados de penurias guardo en mi silo

desbordada el alma mía
de candideces
de sueños malnacidos
de crueldad y desespero
no necesito para bien vivir
ni rezos ni malditas aureolas

y aun así
en la dimensión de lo imposible
mi mano se resiste al tajo
quiere dibujar un cielo de papel
y en el vientre un orgasmo

si...
la sabiduría invade a otros
les indica que una sombra
ante Sol se ha diluido
que su existir no valía la pena

ana lucía montoya rendón
noviembre 2010




Comentario a este poema por Carlos Lopez Dzur en:


http://ocnaranja.blogspot.com/2010/11/sobre-la-felicidad-de-la-ignorancia.html 

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Sobre la Felicidad de la Ignorancia



Por Carlos LOPEZ DZUR / Fundador de Sequoyah

ANA LUCIA: Este poema, «Felicidad de la ignorancia», me parece un canto a la humildad debida ante el conocimiento, esa misma advertencia que explicó Nicolás de Cusa en su tratado La Docta Ignorancia y que Erasmo retomaría para el «Elogio de la locura». Quería, al leer tu poema, identificar quién es autor del epígrafe que utilizas: «... felices los ignorantes / porque jamás entenderán el olvido» (sic.), no citaste al autor. Mas no importa que no lo hayas puesto, pues hallo el poema coherente / consistentemente filosófico / colocado en el dilema de la situación del conocimiento y las actitudes intelectuales de hoy.

Mientras más se acumula nuestro saber / nuestros acervos de datos y ciencias / más «amputada» se siente la mente para dar respuesta a las muchas preguntas. Los misterios y las preguntas, los desafíos de lo por saber, son cada vez abrumadoramente mayores con respecto a nuestra aptitud para resolver y fijar verdades. La sabiduría «desde fuera» es algo que nos «invade» hasta obsesionarnos con «la dimensión de lo imposible», como dices en el poema.

si...
la sabiduría invade a otros
les indica...

Me gusta la frase «desbordada el alma mía»; me recordó el concepto griego, filosófico y mitológico del «ibris», desbordamiento y fuerza, capaz de destruir e «invadir». En tu texto, la profusión surgente del conocimiento tanto existencial, como intelectual, especialmente si llega de fuera, forjan lo mismo:

... sueños malnacidos
(de) crueldad y desespero

que candidez... Y la candidez, pese a todo, es más resistencia que indiferencia. Desde la candidez, hay por lo menos una calma cautelosa. En la desesperación, hay destrucción o tentativas temerarias. Es el por qué Nicolás de Cusa dice que hay una ignorancia que posiciona su mente infinita frente a las finitudes de los desesperados que están intelectualmente atraídos por conocer lo incomprensible. Nicolás de Cusa favorece el reconocimiento de una ignorancia instruida, docta, que no es transcendente, puesto que «la sabiduría no se infunde de fuera, sino que está dentro de uno mismo», dice. El hecho es que el cándido (o ignorante docto o instruído desde el interior) resiste la invasión, con los peligros, para no desbordarse. Es cauteloso ante «la dimensión de lo imposible»

y aun así
en la dimensión de lo imposible
mi mano se resiste al tajo...

¿Quién dice que «su existir no valía la pena» (sic) si no el presuntuoso cuyo ego absolutizador se da el derecho a querer figurar el mundo como una identidad de sí y por tanto, seudo-emúlo de Dios / o de cualquier creador y verdadero descubridor? Ese es el que anda siempre por la «dimensión de lo imposible», confundiendo imagen y semejanza con criterios estrechos de identidad egoica y verdad como coincidencia, ese el que quiere ver lo oculto cuando siquiera tiene ojos para ver lo manifestado. Ese es quien, por tan apresurado, camina antes de tener patas. Ese que mucho quiere entender, teminará siendo el nihilista, el que no cree en nada, desilusionado y lo destruye todo...

Y está esa mano, ese tajo... que traes a colación para ir deshilvanando la esencia del poema. El tono del poema lo da la frase «no necesito para bien vivir / ni rezos ni malditas aureolas». El hablante, tu voz lírica en el poema, es una muy segura de sí misma, en cuanto es feliz, cautelosa (resistente al tajo) y a las ínfulas trascendentes. La seguridad de esa voz nace del interior, de la inmanencia. La felicidad práctica del ignorante-instruído, que no se tortura ni hace que «olvide» su lugar real, se explica en términos cusianos por el hecho de que «la razón es la que debe determinar las cosas, el distinguir no es el Absoluto», pues, al llegar a la tarea del verdadero conocimiento hay que separarse de las características de las cosas externas y encontrar la esencia de las cosas en el interior.

Los invasores intelectuales, o seres externalistas y «trascedentes» (en el sentido que la religión y otros intelectuales «auroleados») practican sus juegos peligrosos a las identidades y se frustran. Por buscar mucha luz, se deslumbran, se ciegan y fácilmente darán por sombras diluídas sus avances ante la Luz del Conocimiento. Eso es falta de confianza y paciencia. Eso es poca fe en la experiencia que, después de todo, es la piedra sobre la cuales el verdadero conocimiento se funda antes de pasar al interior «para encontrar la cualidad o categoría esencial». Esos últimos matan su experiencia y su luz de un TAJO.

Pero la mano del hombre humilde, paciente, empírico, la del DOCTO IGNORANTE no es así. Esta mano resiste. La Mano es un símbolo maravilloso en la poesía mística y práctica, porque la MANO es aprendizaje de experiencias sensoriales, no sólo racionalizadora. Mano es acción y arte, manualidad; la mano es más cautelosa ante los «desbordes» del alma y el peligro de la «amputación». Esta «mano» de tu poema me sugiere, en sus resistencia cautelosa ante toda heridura / o tajo / un anhelo de Cielo / pero también de Vida / Disfrute (vientre / orgasmo).

mi mano se resiste al tajo
quiere dibujar un cielo de papel
y en el vientre un orgasmo

Creo que este poema es un comentario sobre el proceso cognitivo. Es como una protesta al intelectualismo lleno de vanidad. Y, como tú, Analucía, creo que se puede aspirar a dibujar ciertas verdades prácticas sobre cielos de mejor justicia y disfrutes terrenales / sexuales / subdivo / bajo el cielo. «Guardo costalados de penurias en mi silo», dices; yo, unos poquitos de penurias / humildades / ante las dimensiones de lo imposible por ahora...

Me llevo tu poema a Sequoyah, con tu permiso. Estoy preparando el número nuevo.

Un abrazo, Carlos

FELICIDAD DE LA IGNORANCIA
felices los ignorantes
porque jamás entenderán el olvido*
amputado mi entendimiento
guardo costalados de penurias en mi silo

desbordada el alma mía
de candideces
de sueños malnacidos
de crueldad y desespero
no necesito para bien vivir
ni rezos ni malditas aureolas

y aun así
en la dimensión de lo imposible
mi mano se resiste al tajo
quiere dibujar un cielo de papel
y en el vientre un orgasmo

si...
la sabiduría invade a otros
les indica que una sombra
ante Sol se ha diluido
que su existir no valía la pena...

ana lucía montoya rendón

Noviembre 2010
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Nota: el encabezado en cursiva es mío. Lo hice así para subrayar el sarcasmo no para resaltar la autoría. Almr.-


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