Un verdadero nacimiento virginal ocurre a cada instante en cada uno de nosotros, ésa
es la verdadera renovación. Es a partir de este nacimiento inmaculado, vía del
surgimiento del Yo, desde donde todos debemos sentirnos libres de prejuicios,
libres de todo tipo de ataduras, libres para hacer o no hacer, libres para
decir o callar. "Nacer de una Virgen" es en realidad ser desde lo más
profundo de nosotros, inofensivos como recién nacidos, puros e incapaces de
maldad hacia todo tipo de vida, porque ella, la Vida, está presente en todos
los reinos de la Naturaleza, y habita dentro de ellos con amor. Natura
toda, palpita desde lo infinitamente pequeño hasta lo inimaginablemente grande.
Todo proviene de una misma Matriz, y si de ese Vientre ha surgido todo,
entonces la hermandad con las creaturas de todos los reinos es una
realidad innegable. Sí, todos somos hermanos, como lo decía Francisco de Asís,
cuando con tanta ternura hablaba del hermano Sol y de la hermanita Luna.
Ser
sencillos, sentir ternura con solo mirar los ojos de un niño, fascinarse ante
los brillos mágicos de un atardecer, arrobarse con el murmullo de agua y con el
canto de los pájaros, sentir en simultáneo, paz, amor y fuego ante la ejecución
magistral de una pieza musical o con la lectura de un texto. Ser dulces
ante lo indefenso de los cachorros y dichosos ante el surgimiento de las
plantas nacidas en el muro húmedo de las tapias del patio, arrobarnos ante la
belleza de una noche bordada de estrellas. Cuando todos disfrutemos con el
bullir de esas sensaciones diremos que estamos asistiendo al nacimiento de la
inocencia en lo más profundo de nuestra habitación interior, entonces, allí, en
el pesebre de nuestro corazón, habrá nacido el Niño. A partir de ese momento
seremos incapaces de actos que atenten contra nosotros o contra nuestros
hermanos. El sentimiento de hermandad nos dará un convencimiento de Unicidad. Entenderemos
el cómo y el porqué de la Armonía-Amor. Por eso, cuando en nuestros corazones haya
nacido el "Niño", sentiremos alegría de ser hermanos de los seres de
todos los reinos, y querremos trocar en alegría la más mínima de sus penas.
Ése nuevo Ser que somos a partir del nacimiento virginal, sabrá que, por toda la
eternidad, contemplará cara a cara la Gracia de la Vida.
Que en
cada uno de nosotros nazca por siempre Él, El Niño.
Mantengamos preparado el pesebre de nuestro corazón para recibirlo por la gracia de esa filiación virginal.
Mantengamos preparado el pesebre de nuestro corazón para recibirlo por la gracia de esa filiación virginal.
Por siempre
haya Paz y Amor en el corazón de la Humanidad. Sea esta nuestra intención
primordial.
Felicidades
para todos desde mi-su corazón.
Ana Lucía
Montoya Rendón
Noviembre
2013
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1 comentario:
Y porque el verdadero nacimiento ocurre a cada instante, brindemos, como si cada día fuera el comienzo del año y el del festejo sagrado.
Mas besos.
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