Cuando la sangre del alma circula por venas
de versos alternos, ¿qué más se puede esperar? Sólo olvidar que nos enfrentamos
al papel o al teclado y dejarnos ir al ritmo del palpitar de esa energía.
El olvido no les llega a los
textos, no les hace mella, lo que dicen su folios está siempre allí, vivo, quieto y espectante; el olvido solo les cae a los que nunca leen. Un texto vive por sí mismo después
de que ha sido parido, independientemente de si ha tenido o no lectores.
Siempre habrá clavo ardiente, también rendijas que lo acunen.
Quisiera poder ir a un taller de literatura, nunca he estado en uno. Sin embargo, tengo miedo de camisas sutiles de fuerza... o, a los choques eléctricos de los talleristas.
Siempre habrá clavo ardiente, también rendijas que lo acunen.
Quisiera poder ir a un taller de literatura, nunca he estado en uno. Sin embargo, tengo miedo de camisas sutiles de fuerza... o, a los choques eléctricos de los talleristas.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 2010
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