Muerta.
No tuvo el gusto de encontrarse fantasma
para parpadear sus propios cirios.
No vio responsos maliciosos
solo el compás de la risa
y el apetito de los deudos.
Muerta y aún no se entera su carne
solo goza el recuerdo del rigor mortis.
¡Oh, alfil!
Ana Lucía Montoya Rendón
Enero 2014
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