1.
Lentamente con tus ojos repasas una línea. La atraviesas. Se
escucha el revuelo de tus alas de papel. El
fuego te quema los sueños.
Tú, lengua mariposa de vela encendida. Tú, de papel sobre el lecho,
mariposa.
2.
La parafina derretida atraviesa el océano que cabe en la coquita de
tus manos. Desde allí arreglas el viaje para llegar a tierras de ninguna parte.
De seda, los hilos de tu vestido. De seda también, el borde multicolor
de tu vuelo.
Eres un “réquiem mariposa”, bailas y asciendes por entre el humo
vidrioso del llanto.
3.
Cultivas la rosa de los vientos, conversas entre sus pétalos, lees
la ruta del ensueño marcada en las nervaduras de tus alas. A veces viajas de
día, otras, durante la noche. De día, tu sol es el de todos. De noche, tu sol
está vestido de negro, emperifollado de cocuyos, peinado con insomnios, tocado
con ideas de fantasmas.
Tú, “hilo mariposa”, de Ariadna, mariposa.
4.
Abanico mariposa con ojos de colores, miras un camino que, como tú, vuela.
Ése, el verdadero sentido de tu viaje: vagabundeo y delirio (siameses mariposa,
como tus alas).
Imparable flotas si no es noche. De noche, el abrazo mariposa de la
llama te excita, te engulle cuando posas. Cuando posas, no descansas... y cuando descansas, posas.
Tú, ojos mariposa y parpadeos, esparces el polvo de tus alas que,
como tus desvaríos, vuela.
Ana Lucía Montoya Rendón
Marzo 3, 2015
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