Hay soles con demasiados agujeros negros, planos como los enveses de
las manos, sin diviso de horizontes, parecidos a limbos de carne y hueso,
crédulos del tono de su voz, que no saben que lo que escuchan es el eco de una
sombra. Ilusos, gozan refundidos entre las juntas de la cara y la cruz. Esos
soles, siameses de sus agujeros, cuando posan, eclosionan en más soles y más
agujeros negros, poses que, revientan de molestia a otros soles y a sus
agujeros, también a un saltimbanqui llamado Cordura, vecino de sus pagos. ¿Cómo
se adquiere la experticia para conocer a estos seres? Pues muy fácil: hay
huellas dactilares que indican quién es un sol y quién un agujero negro.
ana lucía montoya rendón
marzo 3, 2015
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