¡qué
envidia!
y
no de la que dicen buena
pues
ya es infección crónica sentirla
sí
qué
envidia de vuelos y cantos
y
del fluir de ríos
del
vaivén de los mares
y
la perspectiva del infinito
envidia
de no poder entretejer mutismos y voces
y
gritar silencios y sanar de olvido
envidia
de no poder mirar desde las cuencas vacías
para
observar cómo ven los ciegos desde sus almas
lo
desnudo
y
yo
que
puedo gritar y ver
que
podría
libre
y contenta ir hasta el abismo
tengo
colgada de mi cuello la desidia
—yo su perro fiel—
me
agarro como fundamento
a
un suelo que no es mío
yo
que
podría ser canto
o
nube
o
gota de agua
me
diluyo en naderías al hablar o al callar
y
si nada de nada puedo
¿por
qué se me ha permitido estar y ser?
ana
lucía montoya Rendón
enero
30, 2015
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