Cuando era
niña escuchaba un dicho que, hoy por hoy, está vigente:
"Tan
viejo y creyendo en diablo".
Veo por
todas partes a todo el mundo dándose golpes de pecho, señalando que sólo por su
vecindario sale cada día el Sol, que su Sol es el único que alumbra. Ninguno
pone su dedo índice señalando hacia sí mismos. Solo cuando disparemos esa
mirada hacia nuestro interior podremos ver que las respuestas están justo allí,
en nosotros. ¡No más arrodillados, ante nada y ante nadie.
La Patria,
ícono maravilloso para mover sentimientos primitivos en el alma colectiva de la
manada, para hacer correr por sus venas fuego en vez de sangre.
Patria...
Patria... ¿Patria? Sólo hay unas cuantas familias con dos grandes bolsillos,
uno al lado izquierdo y otro al lado derecho. No importa de dónde fluya el
dinero, siempre va a parar a esos mismos bolsillos. Hay ladrones elegidos por
el pueblo, hay ladrones que ellos mismos se han nombrado amos y señores; a unos
se les conoce el nombre, los otros permanecen ocultos, se mueven a su antojo a
la sombra, ambos le hacen creer al rebaño que hay que morir por la Patria y sus
símbolos. Si la fe en nosotros mismos no es el fundamento de nuestra vida,
¿cómo vamos a cimentarla en lo que quieren que creamos esos señores?
...
Hay
que seguir haciendo énfasis sobre lo que implica incrustar en la gente el sentimiento de manada. Al rebaño hay que hacerle sentir idolatría
para poder arrearlo hacia el lado que le dé la gana a cada pastor de turno, se
trate de un líder religioso o político, de la bandera que sea. Siempre esa
idolatría inclina a los arrodillados hacia la diestra o hacia la siniestra.
...
...
Esa manada
como fue la original, sin malicias, siguiendo al padrón para encontrar las
mejores dehesas, los mejores aires, manada unida por la sangre y por las marcas
de los orines afines ¿acaso esas características hablan mal de ser gregarios?
No. Así lo entiendo. La manada humana de hoy (ese hoy repetido hace tantísimos
siglos, desde que apareció la ansiedad por poseer la vida, los bienes y los
derechos del otro, esa manada que no camina sino que repta y cuando no repta se
arrodilla ante el cencerro de un líder que sabe puede convencer a la mayoría
con espejitos y clarines, ¿esa manada de hoy, repito, es acaso, el al ideal de
orden social que requiere el mundo? Nunca por rebeldía nadie va a querer
decapitar la cabeza del patriarca, siempre y por naturaleza va a desear el
orden y la libertad, pero no el orden y
la libertad amañados a los caprichos de los que detentan por turnos, el poder.
Ana Lucía
Montoya Rendón
Agosto
2013
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