Un día en la
enramada celestina
revolotearán puntas de fuego,
hurgarán
sádicas dolor y apego,
serán
fantasmas de humo y seda fina.
Noche total
o niebla danzarina,
de ojo
velado y triste, que está ciego.
Tímida voz
aúlla tanto ruego,
furiosa ante
la luna solferina.
Harto
esperanzada está ella al sereno,
celosa de lo
umbrío y desa mano
que rebusca
en su alforja solo un nombre;
quiere
llamar a gritos a ese ajeno
abrazo. Ése,
la rehuye inhumano,
mas
enamorada dice: —¡vos, mi hombre!—
Ana Lucía
Montoya Rendón
abril 2012
.
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