Van saltando
sobre la cuerda floja,
palabras
ácidas que brotan, secas,
de silencios
agónicos y muecas,
lacerada
entraña que el llanto moja.
Arde esa sal
sobre la herida roja,
azotes mil
para el que ignaro peca.
¿Dónde
pudiera hallar desa ley deca
un mandato
para el que mal arroja?
Humecta mi
alma con tus besos tiernos,
con agua
dulce lávame la cara,
después
sacrifícame en ara santo
y amoroso allí, extirpa mi quebranto.
Abona cruel, que del dolor avara
soy. Sueño ése forjado en los inviernos.
Qué más te
da si este mal fuese eterno
¡Soy ángel
feliz en cielo o infierno!
Ana Lucía
Montoya Rendón
Abril 2012
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