Sereno está
ese lago, espejo manso,
donde
Narciso acarició su cara
junto a la
Luna de silueta clara,
allí él
remoza su ego sin descanso.
En esas
limpias aguas de remanso
ahogo versos
que, con rima rara
de secretos
bordados al que amara.
¡Ay, que
sosa esta lira en que me afianzo!
Pero, ¿Cómo
poder cantar ardiendo
si los leños
negados a dar lumbre
paralizan la
fuerza del deseo
cual celda
do mi corazón es reo?
Con su
gélida mueca en alta cumbre
palpita
mudo. ¡Ah, y mi voz muriendo!
Ana Lucía
Montoya Rendón
Abril 2012
.
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