8. Intimidad

El mejor de los hombres es semejante al agua,
La cual beneficia a todas las cosas, sin ser contenida por ninguna,
Fluye por lugares que otros desdeñan,
Donde se acerca más deprisa al Tao.

Así, el sabio:
Donde mora, se acerca más deprisa a la tierra,
En el gobierno, se acerca más deprisa al orden,
Hablando, se acerca más deprisa a la verdad,
Haciendo tratos, se acerca más deprisa a los hombres,
Actuando, se acerca más deprisa a la oportunidad,
En el trabajo, se acerca más deprisa a lo competente,
En sentimientos, se acerca más deprisa al corazón;
No lucha, y así permanece libre de culpa.

Lao Tse

Tao Te Ching

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martes, 1 de octubre de 2013

CON ELLOS EN LA INTIMIDAD



Solos e íntimos. Sin recato. Desnudos. Onanistas puros, intensamente sensuales y sensibles; de manos hábiles. Ávidos de luces y de sombras, con la atención puesta en la búsqueda del máximo deleite, dispuestos a exigir y a conceder. En esas condiciones y armados de un lápiz, aunque sea de punta roma y, sobre un papel, aunque sea un trozo de periódico arrugado, o una servilleta, o un panfleto de mínimos márgenes, nos lanzamos a la conquista del amor, ciegos sin lazarillo, nos volvemos jefes de estado o congreso nacional que apruebe o derogue leyes, nos creemos la voz del pueblo para reclamar derechos o denunciar abusos. Así, tan ingenuos pero tan llenos de coraje, nos volvemos pintores o músicos, capaces de explayarnos sobre la belleza del paisaje o de copiar los sonidos del agua o la gracia del vuelo de las aves. En solitario, muchas veces reflexionando sobre la vida y la muerte, sobre el amor y el odio, sobre la esclavitud y la libertad, sobre lo coherente y lo absurdo o, como psicólogos, diagnosticamos el porcentaje de cordura que aún queda en el agua del tan mencionado jarrón azul. Con esas dos herramientas, el lápiz y el papel, cual varita mágica, nos volvemos hechiceros conocedores de las fórmulas que permiten sacar al demonio de su escondrijo y conjurar el mal que aqueja a esa plantita que no ha vuelto a florecer. Con tan solo lápiz y papel creamos o eliminamos universos, relatamos génesis blancos, azules o negros; describimos nuestro éxodo hacia el cielo o el infierno y, tocando trompetas, montamos los caballos del apocalipsis para ir hasta el lugar donde está guardada la caja de pandora, le violamos los sellos sin derramar una sola gota de sangre para buscar en ella el tamaño de los males que le pueden sobrevenir al mundo y confirmar que la esperanza sigue teniendo el mismo color. Somos capaces de describir de muchas maneras el sinnúmero de cualidades y circunstancias de los siete elementos: detallamos las papilas de las lenguas de fuego, montamos en la grupa del aire para ir a reconocer nuestras haciendas; al agua le agregamos sal o azúcar, según el origen de las lágrimas. Al elemento tierra lo incrustamos en nuestros órganos internos, así vemos que el corazón enamorado es de arcilla colorada y el corazón dolido, de tierra negra colectada en camposanto. Del quinto, el akasha, describimos su capacidad de memoria y nos quedamos maravillados de cómo encontramos a cada raza habitándolo por todos los rincones de su espacio infinito, donde también vive latente, el éxtasis; con el sexto y el séptimo, nombrados Tiempo y Verbo, está la Locura; estos alcahuetes le permiten a ella, gozar sinestesias y, la dejan transitar sonámbula a través de sus deseos hasta mundos sutiles donde a los cuerdos les da miedo entrar aunque sea en sueños. 

Sí, ser íntimos con el lápiz y el papel nos vuelve lujuriosos, valientes, atrevidos, arrogantes, ilusos y tremendamente felices.

¡Cuánto placer ganado por cada línea gestada en aquellos momentos tan íntimos!

Ana Lucía Montoya Rendón
Junio 2013

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