Aun no se
enciende la chispa. La llama permanece en el Santuario. No ha sido tomada para
ir por el mundo derramando “Esa Luz”. Persistimos en el sentimiento de manada.
Es tan denso el velo que, se acepta la depredación sin chistar. Además, el hecho
milenario de concentrar a los humanos de este Planeta en pueblos o ciudades, ha
generado la necesidad de cría intensiva de animales en cautiverio (¡más almas
inocentes y sufridas, caldo de cultivo para la proliferación de seres oscuros!), más la explotación descontrolada de la tierra, sin rotación, tomando cada vez, más terrenos vírgenes
para la producción agrícola acelerada, llevando de esta manera a tantos territorios
cultivables al punto crítico de agotamiento. Criando ganado en pastoreo sin
rotación de potreros que, junto con la tala de bosques, son los causantes directos de la erosión, rapando de esta forma más terrenos a la
Naturaleza para ganadería y agricultura o para la producción no solo de productos alimenticios sino para la fabricación de papel y
otros productos de usos suntuarios. Es decir, el sedentarismo, circunstancia necesaria para
que los productores tengan a la manada cautiva, quieta, encerrada en jaulas
llamadas casas, y esas casas dentro de los conglomerados llamados
ciudades/pueblos (galpones), exigiendo toneladas de alimentos, producidos en las circunstancias antes
mencionadas. Ha sido y es, ese el círculo cerrado que aun no rompemos. Debemos sembrar un naranjero, leguminosas y hortalizas en macetas, abonados con todo
el material orgánico que sale a diario de nuestras propias cocinas. Así empezaremos a darle escofina a nuestras cadenas.
Si ayer nos dejamos esclavizar, hoy somos nosotros los únicos que podemos deshacernos de esas cadenas.
Si ayer nos dejamos esclavizar, hoy somos nosotros los únicos que podemos deshacernos de esas cadenas.
Ana Lucía Montoya Rendón
Junio 2013
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