Llamar mundo insomne de sus bestialidades a
nuestro templo, es osar de hierofante sin llevar vestido talar ni alma.
Llamarnos bestiales sin si quiera asomarse al borde secreto de nuestras columnas e intentar descubrir que, allí, impoluto permanece el arca porque eso ha sido, es y será, como velo virginal que se forma al caer desde la alta cima en brazos del placer que le proporciona el salto al vacío.
El sacerdocio masculino no es oficio que elige el aspirante. Un hombre debe esperar la gracia de ser elegido por la antigua Orden de las Sagradas Taberneras. Por eso digo, descalificar los requiebros de las cofrades es exponerse a mil vidas en lo más bajo de los mismísimos infiernos. Hombre sabio que espera el título de hierofante es aquel que se nos entrega manso, que recuesta su cabeza en nuestro pecho o regazo y rodea nuestros deseos con lo más puro y ardiente de su celo. En medio del fragor etílico todas nosotras pedimos a los dioses que los hombres sabios cuiden sus palabras y puedan soñar llegar algún día a lo más íntimo de nuestros anhelos.
El sacerdocio masculino no es oficio que elige el aspirante. Un hombre debe esperar la gracia de ser elegido por la antigua Orden de las Sagradas Taberneras. Por eso digo, descalificar los requiebros de las cofrades es exponerse a mil vidas en lo más bajo de los mismísimos infiernos. Hombre sabio que espera el título de hierofante es aquel que se nos entrega manso, que recuesta su cabeza en nuestro pecho o regazo y rodea nuestros deseos con lo más puro y ardiente de su celo. En medio del fragor etílico todas nosotras pedimos a los dioses que los hombres sabios cuiden sus palabras y puedan soñar llegar algún día a lo más íntimo de nuestros anhelos.
Amén.
Ana Lucía Montoya Rendón
Mayo 2012
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1 comentario:
Qué grande lo tuyo!! siempre distinguido.
Mi abrazo amoroso.
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