... quedamente las rosas se dejaron abrazar y el día durmió un sueño profundo arrebujado entre sus pétalos. Era el final de sus corolas y la perpetuación de su esencia. Piaron los pájaros cantos azules y las abejas las masturbaron dulcemente... y ellas, las rosas, en trance postrero, jamás se enteraron de ese dichoso desayuno servido en su terraza de colores.
ana lucía montoya rendón
mayo 2012
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