¿Qué pienso?
Pienso que un muro como el de los lamentos, es
blando, con millones de orejas y bocas.
Hay muros de carne con el alma dormida, más
duros que las rocas. Muros así, asesinan el jugueteo de todo tipo de ecos.
EL MURO
— ¿Qué trae? —preguntó uno de ellos.
—Recuerdos y mundos, —contestó mirando
fijamente a la mujer que ocupaba el centro de la mesa. Eran cinco, cuatros
hombres y ésa, quien por la expresión de su rostro más que persona, parecía
parte del muro.
— ¿Dónde los trae? —preguntó la mujer.
—En la piel y en el alma, —casi susurró. — ¿Edita
sus recuerdos? —volvió a cargar la mujer.
—No, nadie querría verlos, ni olerlos, ni escucharlos, mucho menos degustarlos; todo
viene e irá hasta el olvido, así, inédito. En esta carpeta que soy, hay páginas
enteras de muchos colores y sonidos, pájaros y mariposas negros, sus vuelos
y sus trinos están cargados de instantes
no ocurridos, son folios garabateados con pesadillas y pulidos a punta de
cuchillos. Tienen ritmo de fuelle, como el de su vientre o el mío, como cuando
nos tocan el agua y el fuego, juntos. Es un vaivén contraído y expandido de
todo tipo de hambres. ¿Entiende? Como un coito fallido. Disculpe, más bien
quise decir, como una sinfonía inconclusa.
—A esa cosa le importa un bledo ser invisible,
—cuchicheó la mujer —, dejen que se vaya, no perdamos más tiempo en nimiedades;
no vale la pena, —y poniendo un tachón con resaltador de tinta negro sobre la
etiqueta del folder, dijo:
—
¡No existe!
ana lucía montoya rendón
abril 2014
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario