un punto gestado en su vientre
musita —tengo sed—
podría humedecerle
con hilos de renuevos y cascadas
y con abrazos de mares vivos
¡qué lluvias
de “ábrete sésamo” diluyeran densidades
y espacios dormidos entre esos barrotes!
así
lentamente masticara un grito mágico…
—¡ábrete sésamo!—
mas ese sésamo al que le hablara
sería muro de carne sin goznes
tullido y sordo
ana lucía montoya Rendón
mayo 2014
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