El olvido no existe
hay historias latentes en cada palmo
de piel
y en cada punto retiniano
hay archivos de alegrías y de hambres.
Hay folios de dicha en la garganta
donde cada gemido
tatuó voces de carne en mi carne
de agua en mis aguas
donde cada parto marcó un hito
de sumas
de cadencias
y de noches.
Donde cada nacimiento
—delicioso giro—
fue dicha del dolor entre pujos y jadeos.
Pariera mil veces para sentirme viva
y mil veces más
para sentir
vahos tibios de luces y de llanto
envueltos en relojes de lunas y de esperas.
Mi vientre tiene memoria de Universos
de infantes
de grupa y galopes.
Guarda memorias de estrellas líquidas
de colas luminosas de cometas y palpitar de soles.
Mi vientre es eternidad de coloquios y miradas
de paisajes
de cantos y de encuentros.
Ana Lucía Montoya Rendón
Febrero 2014
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