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Desde los
balcones de mi casa vi rebaños de colores y a sus pastorcitos con cuchillos,
tajando por turnos a algún lobo. Observé allá, en la plaza, cómo se esquilaron a sí mismos con sus uñas, los corderos. Vi cómo, a
cada alma le amputaron de sus retinas el azul que había en cielo.
Vi entrañas agoreras en medio de la sangre de cada oveja
mansa; pobrecitas, voluntarias, ¡mansas, mansas! ejecutadas en su propia mesa,
así mismo fueron puestas en canal sobre su misma cama. Escuché discursos muertos. Unos decían que ése era día y que un trapo blanco era el mensajero de mundos libertarios. Hasta los
balcones de mi casa llegaron cantos fúnebres por el sepelio de la raza
humana...
¡Ay, desde estos balcones voyeristas, vi tanta tristeza!
¡Ay, desde estos balcones voyeristas, vi tanta tristeza!
-Si los días eran tan tristes, entonces, ¿para qué mirabas?
Ana Lucía
Montoya Rendón
Abril 2013
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