En la bóveda de una capilla y sobre un andamio a veinte metros
con setenta centímetros del suelo, en un solo cuadrante traza muchas líneas para
generar la chispa vital. Y sueña. Sueña
con tonalidades que van desde la luz pura hasta el negro abisal. No logra
insuflar aliento en los tres cuartos restantes. Está doblegado ante la
fuerza de una obra que late de dolor y sabe quedará inconclusa en medio de la larga noche del tiempo. No
ve más los colores ni puede manejar su mano, menos generar la soñada flama. Cae
desde el andamio antes de exhibir toda la potencia
creativa de su ser. Sobre su cuerpo caen los pinceles y los potes de pinturas. Está allí,
desparramado como un conjunto de locas ideas. La gente curiosa solo ve en el
suelo una flor gigante de múltiples colores y perciben su aroma.
2.
Ana Lucía Montoya rendón2.
No reconocieron al maestro ni su magia. Nadie entendió que al morir podría transmutarse en Luz. No era un ser cualquiera ése que fijó su mirada sobre las virtudes de la Naturaleza. Cayó desde la altura de su obra cuando soñaba con la Creación, él quien se opuso al juicio de los inquisidores que consideraban incitación al pecado la expresión de la belleza desnuda, quien permitió se solazaran en su mente ángeles y demonios y le susurraran líneas y colores, luces y sombras, le dejaran ver a través de los entrecejos de las sibilas la hermosura de los efebos y le indicaran también el perfil sagrado de los profetas. Solo así pudo establecer en lo más alto de sus ideales esa obra magna al gusto y deseo de Don Julio.
Agosto 2011
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1 comentario:
Me gustó. Lo bueno de los maestros es que suelen tener discícipulos y así sus sueños no se pierden con su desparición.
¡Un abrazo!
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