8. Intimidad

El mejor de los hombres es semejante al agua,
La cual beneficia a todas las cosas, sin ser contenida por ninguna,
Fluye por lugares que otros desdeñan,
Donde se acerca más deprisa al Tao.

Así, el sabio:
Donde mora, se acerca más deprisa a la tierra,
En el gobierno, se acerca más deprisa al orden,
Hablando, se acerca más deprisa a la verdad,
Haciendo tratos, se acerca más deprisa a los hombres,
Actuando, se acerca más deprisa a la oportunidad,
En el trabajo, se acerca más deprisa a lo competente,
En sentimientos, se acerca más deprisa al corazón;
No lucha, y así permanece libre de culpa.

Lao Tse

Tao Te Ching

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miércoles, 10 de agosto de 2011

MUERTE DEL MAESTRO

1.

En la bóveda de una capilla y sobre un andamio a veinte metros con setenta centímetros del suelo, en un solo cuadrante traza muchas líneas para generar la chispa vital. Y sueña. Sueña con tonalidades que van desde la luz pura hasta el negro abisal. No logra insuflar aliento en los tres cuartos restantes. Está doblegado ante la fuerza de una obra que late de dolor y sabe quedará inconclusa en medio de la larga noche del tiempo. No ve más los colores ni puede manejar su mano, menos generar la soñada flama. Cae desde el andamio antes de exhibir toda la potencia creativa de su ser. Sobre su cuerpo caen los pinceles y los potes de pinturas. Está allí, desparramado como un conjunto de locas ideas. La gente curiosa solo ve en el suelo una flor gigante de múltiples colores y perciben su aroma.

2.

No reconocieron al maestro ni su magia. Nadie entendió que al morir podría transmutarse en Luz. No era un ser cualquiera ése que fijó su mirada sobre las virtudes de la Naturaleza. Cayó desde la altura de su obra cuando soñaba con la Creación, él quien se opuso al juicio de los inquisidores que consideraban incitación al pecado la expresión de la belleza desnuda, quien permitió se solazaran en su mente ángeles y demonios y le susurraran líneas y colores, luces y sombras, le dejaran ver a través de los entrecejos de las sibilas la hermosura de los efebos y le indicaran también el perfil sagrado de los profetas. Solo así pudo establecer en lo más alto de sus ideales esa obra magna al gusto y deseo de Don Julio.

Ana Lucía Montoya rendón
Agosto 2011

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1 comentario:

Manel Aljama dijo...

Me gustó. Lo bueno de los maestros es que suelen tener discícipulos y así sus sueños no se pierden con su desparición.
¡Un abrazo!