Salen
a nuestro encuentro desde ese claroscuro infinito que somos, sin saber cuál
es la frontera entre ambos seres (sombras y nosotros), sin entender ese color
diluido que han visto tantos pintores, tantos clarividentes, tantos místicos,
¡tantos artistas! Como el músico que diluye las puntitas de los acordes de sus
sinfonías sin que sepamos dónde termina una y empieza la otra... notas de sus
melodías que, rítmicas, van y vienen como el viento, solo que de caprichos no
saben ellas sino su dios, su creativo, el artista.
Ana Lucía Montoya Rendón
Mayo 20, 2015
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