Siempre con deleite o con fascinación morbosa, he mirado lo diminuto, queriendo romper con mis ojos ese eterno mínimo. Siempre tratando de entrar en el brillo iridiscente de cada una de las gotas de rocío, siempre intentando medir el porcentaje de mar o de río que hay en cada lágrima. Siempre tratando de entender qué ruta al infinito está marcada en cada nervadura de las hojas de las planticas que crecen esperanzadas alrededor de las oquedades húmedas de los muros y, así mirar el universo divino que tiene el verde del moho junto a la gota que quiere entrar a penetrar la roca. Gotas de tantas densidades, de tantas luces, de mundos dentro de otros mundos, cuyos habitantes también como yo, estarán mirando ahora mismo, otras gotitas.
Hoy, con esas gotas, he recordado un texto donde las gotas son de tinta sobre papel periódico.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 15 del 2014
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