No hales la
lengua de los mudos
ni estimules los gestos de los mimos.
Ya no
escucha el alma
porque lo
falso le secó el oído
y la
claridad del día
no alumbra
para seguir el hilo.
Entre
enredos desapareció la voz
ahora el
verbo navega
en los
lamentos retorcidos de los cuervos.
Para qué
pensar en vuelos
si no hay
alas, ni cielos
y en el
pecho ya no habita
el calor de
las hogueras
ni las
mariposas volvieron a ese vientre.
Sin
alientos, la pendiente, rasa,
se pierde en
la inconsciencia
y sentirse
vivo
tan solo es
el sueños de los muertos.
¡No hales la
lenguas de los mudos
ni enciendas
la lámpara de Diógenes!
Ana Lucía
Montoya Rendón
Marzo 1 de
2013
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1 comentario:
Un bello poema mi querida amiga, aun que con desalientos.
Un abrazo
Sor.Cecilia
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