Fue pájaro
que empolló la leña seca
cobijado con
el morbo de las pajas.
Latió de
carne su vestido
y su hogar
ardió entre lenguas
hasta el día
de la lluvia blanca.
¿Qué
espasmos sopló desde su alma
que, como
fuelle incitó cantos,
o aullidos, o gritos?
o aullidos, o gritos?
¿o fue la
voz del celo satisfecho?
porque loba,
desde
antiguo entrega sus bordes
y los
acentos de su flama.
Su piel
tiene lo tibio del rescoldo
y su sacro la resistencia de la guerra,
son péndulo sus caderas,
caprichosas como el
bailoteo del humo de las velas.
Quizás
gestada en el vientre del frote primigenio,
entre
cosquillas de madera,
o en el
espacio cero de la chispa que vive entre dos piedras.
Él es ella,
el útero, la
hembra,
brazo caído
desde la añeja ceiba
quien pare
por siempre a los hijos de la paz,
jinetes de
amor, desde su grupa de guerrera.
Ana Lucía
Montoya Rendón
Febrero 2013
.
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